Cada mañana
aunque ni siquiera estés cerca,
el olor de tu piel embriaga mis sentidos.
Siento la tersura de tus labios
que arremeten febrilmente
contra los míos, vírgenes de pasión.
Tus dedos descubren mi cuerpo con exquisita lujuria
esparciendo nuestro deseo
como ardiente escarcha.
Tu presencia es más latente en mí
según pasan las horas del día
tanto como tu ausencia llena mi angustia.
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