Le
miré a la cara abiertamente y rehuyó mi mirada, pero antes de que pudiera
hacerlo del todo, vi dolor en su rostro.
–Debemos
hablar –le dije intentando mantener la calma con voz entrecortada.
Se
alejó unos pasos de mí y comenzó a guardar la compra en los armarios altos de
la cocina. Me daba la espalda y parecía estar absorta en su tarea.
–¿Me
has oído lo que te he dicho? –mi voz tembló mientras la furia aumentaba en mi.
Martha
parecía no haberme escuchado. Siempre era igual. Una y otra vez nuestras
discusiones habían sido casi unilaterales. Yo le decía que debía implicarse más
en nuestra relación, que quería un cambio, un giro que le diera sentido a
nuestras vidas, pero su respuesta era siempre la misma, todavía hay tiempo. Yo juraría que me ocultaba algo y a pesar de no darle muchas vueltas al asunto, me tenía preocupada. Era hora de enfrentar cualquiera que fuera el asunto. No desconfiaba de ella, pero me temía que nuestro compromiso la superara; temía una separación. No quería perderla.
–Si
te he oído. No soy sorda – dijo ella con tranquilidad
pasmosa mientras guardaba
los congelados –dime.
–¡Estoy
harta de que me des largas! ¡Estoy decidida, y
no me harás cambiar de opinión!
–No
te doy largas.
–¿Estás
segura! ¡Si por mí fuera habría dado un paso más en nuestra relación hace
tiempo! –me planté delante de ella fuera de mi.
–Ya
lo dimos hace un año y medio, Alicia. ¿Acaso no nos casamos cuando me lo
pediste? ¿Acaso no hemos comprado esta casa? –Me miró a la cara con seriedad y
otra vez vi el dolor reflejado en su rostro.
–Sí,
es verdad, pero yo...–Mientras nos mirábamos sus ojos se llenaron de lágrimas–
¿Qué pasa cielo? Perdóname no llores, por favor –La abracé– Ven vamos a
sentarnos al salón.
Nos
abrazamos en el sofá. Martha siguió llorando por unos minutos. Yo no podía
ocultar mi nerviosismo. Necesitaba saber que le sucedía. Por fin dijo:
–Tengo
un tumor en el pecho derecho.
–¡Qué?¡No
puede ser! ¿Estás segura? ¡Será un error!– y rápidamente– ¡No te preocupes pediremos una
segunda opinión!
Me
interrumpió– Ya lo hice hace una semana y han descubierto que es un tumor
maligno. Me operan en diez días.
–¡Oh
dios!¡Mi cielo!¿Por qué no me dijiste antes?
–No
quería preocuparte en vano hasta estar segura. Sé que ser
madre es lo que más deseas y que estabas preocupada buscando
clínica de fertilidad.
–¿Lo
sabías? –No podía mirarle a la cara. Todo ese tiempo había soportado sola la carga
de su problema, mientras yo– Perdóname por haber sido egoísta, cariño, y no
haberme dado cuenta que algo andaba mal contigo. Estaba tan centrada en mi
misma...
–No pasa nada...
–Si pasa. Sin ti...no sé que haría; no quiero ni pensarlo. Saldremos de esta,
¿sabes? Todo pasará como un mal sueño, pero lo haremos juntas.
Lumy Quint 07/13
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