El viaje de vuelta lo hicimos con muchas esperanzas. Queríamos reencontrar aquello que nos hizo felices durante un tiempo. Mi padre estaba decidido a comenzar una nueva vida, y me había contado sus planes con mucho optimismo. Su deseo era encontrar un trabajo, triunfar en el mundo de la música y darme una buena educación. Su alborozo me había contagiado. Mientras entrabamos en el pueblo reconocí cada unos de los sitios que de pequeña habíamos visitado, y percibí una sensación de tranquilidad que hasta ese momento no había vuelto a sentir. Estaba feliz de volver.
–Sí, me gusta la casa, papá.
Era una humilde vivienda de dos dormitorios. Estaba escasamente amueblada, pero tenía lo suficiente para vivir cómodamente. La cocina estaba equipada con un frigorífico que a duras penas funcionaba y un fogón de gas desgastado por el uso. La sala estaba amueblada y había una televisión defectuosa, pero después de haber vivido en la carretera durante años, el volver a tener un lugar al que llamarle casa, un hogar, era lo que más ansiábamos.
–¡Es perfecta para nosotros!–exclamé mientras mis ojos se empequeñecían con mi sonrisa.
Le abracé y él me devolvió el abrazo con un beso.
–¡Si, lo es! Y el alquiler no es muy caro. Podré pagarlo sin atrasos si consigo trabajo. Por ahora tengo la renta de dos meses, pero tendremos que vigilar nuestros gastos, por si no consigo empleo pronto.
–Papá, yo puedo trabajar también. Ya tengo edad...
–Si, Kiara lo sé, pero quiero que primero te centres en tus estudios. Comenzarás una nueva escuela y el instituto exigirá mucho empeño de tu parte. Tu deber es estudiar. Ya veremos si es necesario que trabajes. Lo volveremos hablar, ¿te parece?
–De acuerdo.
Le obsequié con una sonrisa sincera. Adoraba a mi padre y confiaba mucho en él.
Arreglamos nuestras pocas pertenencias en los respectivos dormitorios y poco a poco sentí como si la casa nos daba la bienvenida amoldándose a nuestras necesidades a la perfección. Esa primera noche la cena recién hecha por mi padre, nos supo a ambrosía a pesar del horrible sabor a nevera que tenían los alimentos. Era nuestra primera cena preparada en familia después de haber comido en cafeterías y restaurantes de carretera.
Me fui a la cama pronto y tuve un sueño raro. Soñé que mi cuerpo se desdoblaba y salía volando por encima de mí. Revisando cada uno de los rincones de la vivienda, miré las bombillas de la lámpara sobre mi cama, la de la mesita de noche de la cama de mi padre, abrí y cerré los grifos en los baños, uno goteaba, revisé la cocina de gas, tenía un mando que no funcionaba bien, y así verifiqué el estado de todo el mobiliario de la casa, incluso la tele.
Cuando terminé mi recorrido, volví a mi dormitorio y antes de volver a mi propio cuerpo, deposité un beso en mi frente.
A la mañana siguiente, al despertar, recordé el sueño y pensé en mi madre.
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