Desde el día en que llegaste a mis manos, te convertiste en mi amigo inseparable. Contigo he compartido tristezas y alegrías. Me has visto crecer, reír, llorar y siempre has guardado mis secretos. Eres el regalo más preciado que jamás me han dado.
Poco antes del trágico accidente automovilístico en que mi madre desapareció cuando yo tenía siete años, ella te trajo a mí.
–Kiara, hija, tengo un regalo para ti –musitó con su más tierna voz.
Llena de excitación y alegría pregunté
–¿Qué es mamita?
Extendió sus brazos y me entregó un voluminoso paquete envuelto en papel con florecillas de color rosa.
–¡Qué bien! ¿Es un juguete?
–Abre el paquete… Es mejor que un juguete.
Con cara de desilusión sostuve en mis manos un libro que me pareció enorme.
–Ah, es un libro…
–No. Es un amigo. Será tu amigo, tu amigo invisible.
–¿Cómo puede ser mi amigo? Es solo un libro.
Abríéndolo me di cuenta que no había nada escrito. Sus páginas estaban en blanco
– Y está vacío. No hay nada escrito –continué.
–Algún día sus páginas estarán llenas. Tu escribirás en él. Cada día le contarás lo que hagas, lo que veas o lo que sientas y todos tus secretos. Será tu mejor amigo.
–No sé, mamita. Eso es mucho difícil –repuse con mucha seriedad.
– Se dice muy difícil y no lo es. Solo tienes que escribir y confiar en él. Inténtalo. –con su más dulce sonrisa me aclaró
–Bueno mami, si tu lo dices… Lo intentaré. ¿Jugamos un poquito?
–Claro mi amor.
Mi mundo era tan sencillo que mi mayor alegría era pasar tiempo con mi madre y jugar con ella. No fue hasta hace poco que comencé a escribir en tus páginas y como dijo mi madre, has sido mi amigo y confesor. Has sido uno de los mejores regalos que me hizo mamá.
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