Edificio abandonado en margen izquierda del canal en Bilbao |
Yo ya sabía que iba a llover. Si, ya sé que no trabajo para el centro de meteorológico, pero mi piel no me engaña. No os extrañe. A otros los huesos les avisan de la lluvia, a mi, mi piel. Tengo un sensor en ella que percibe con claridad la humedad y los cambios de temperatura. Parece que es como un termómetro. En seguida sé cuando baja la temperatura o sube. Como todo el mundo, pensaréis, pero no. Mi piel puede predecir la lluvia por el grado de humedad, cuando está alta se me pone piel de gallina y seguro que llueve. Cuando hace frío seco, se pone ceniza y me recuerda a la piel de una culebra (gasto mucho en cremas) En fin, tengo la piel que me cambia como la de un lagarto y como uno, yo me mimetizo con el entorno, pero esa es otra historia.
Pues eso, que no olvidé el paraguas, hoy al salir de casa, porque ya estaba en mi bolso desde el día anterior. Bueno la verdad es que mi termómetro particular me había fallado un poco; no me avisa con exactitud cuando va cambiar el tiempo. Así que el paraguas estaba en mi bolso desde hace dos días. Por fin hoy le he usado. ¡Qué mañana más húmeda! Llegué al trabajo con un cielo azul con algunas nubes, pero a la salida ya tuve que abrir mi paraguas.
Hoy tenía una one-to-one class con el gerente de personal de la empresa para la que trabajo. A poco de haber comenzado la clase tuve que tomar un café de máquina porque ¡solo podía mirarle a la cara! ¡Si miraba al libro, se me cerraban los ojos! Cuando esto pasa creo que mi visión es como la que describen los borrachos, toda borrosa. No sabes lo que es tratar de leer, y escuchar al alumno (mi clase es student-centered el estudiante es el centro de la clase) sin que le mires como un topo con los ojos chiquirriticos de lo cerrados que los tienes. Mi mejor aliado allí, el café de máquina.
Hoy no desayuné por la mañana. Ya sé lo que pensaréis, que no es lo más conveniente, pero la verdad me levanté pronto, pero me quedé dormida sentada en el baño. Sí, me quedé dormida y no tuve tiempo para desayunar. Es por eso, que además del café que como buena Bilbaina (aunque sea adoptada) decidí comer un pincho de tortilla de bacalao con el café cortado con poquita leche en mi bar favorito del barrio donde vivo.
Es una costumbre. Para los que no habéis estado nunca en Bilbao, es muy común que mucha gente vaya a los bares-cafeterías a tomar café o vino y comer un pincho a media mañana. Se venden raciones pequeñas conocidas como pinchos en el País Vasco y como tapas en el resto de España. Aquí los pinchos se venden, aunque hay excepciones. En forma de pinchos podréis probar diferentes platos desde verduras, embutidos, tortillas variadas, carnes y pescados. los bares que más variedad tienen son los más concurridos.
En el bar comencé a escribir esta entrada después de haber desayunado y de leer el periódico. El tiempo voló mientras escribía el borrador. Antes de ponerme con esta entrada intenté tomar nota de los diálogos de la gente que tenía cerca, pero fue casi imposible. Había un murmullo general y no pude distinguir más que unas pocas palabras de los dos jóvenes que se sentaban en la mesa de al lado. Os preguntaréis para que espío conversaciones ajenas, pero solo seguía un ejercicio de escritura difícil de llevar a cabo en los bares de Bilbao.
Son las dos pasadas.Es hora de bajarle a mi perrito Rocky. Vivimos en un tercer piso por eso lo de bajarle. En días lluviosos como este desearía ponerle un arnés y con una cuerda bajarle por el balcón, esperar a que haga sus necesidades y volver a subirle. Es todo un trabajo sacarle tres veces al día y a veces cansa, pero es necesario para él y por él lo hacemos.
Podría decir que aprovecho este tiempo con Rocky a solas para pasear con mis pensamientos, pero no. La verdad es que sigo conectado al teléfono móvil chateando, metida en Google + mirando publicaciones o leyendo blogs. Ando como una zombie hipnotizada por el móvil. ¡Qué tiempos aquellos en que paseaba por los parques y jardines y compartía con otros dueños de perros! Conversábamos de muchas cosas: de las veces que nuestro perro comía, sí hacía bien las cacas, si ya no nos pedía permiso para subir al sofá y se subía ocupando casi todo el espacio... No, ya el tiempo ha pasado y nos ha cambiado a todos. De vez en cuando encuentro alguna de las viejecitas cuyos perros ya han fallecido, y sí hablamos, pero de la demencia senil en nuestros perros y de los cambios que estos conllevan. Es triste, pero nuestras mascotas envejecen con nosotros y nos adaptamos a ellos.
Bueno me tengo que ir. Rocky ya ha dado la vuelta a la manzana y se mete al portal.
Él manda, se acabó el paseo y por hoy esta publicación. Me queda comer y salir a trabajar. Volveré a la noche, sin ganas para nada. Os escribo mañana. ¡Qué tengáis buen día!
Podría decir que aprovecho este tiempo con Rocky a solas para pasear con mis pensamientos, pero no. La verdad es que sigo conectado al teléfono móvil chateando, metida en Google + mirando publicaciones o leyendo blogs. Ando como una zombie hipnotizada por el móvil. ¡Qué tiempos aquellos en que paseaba por los parques y jardines y compartía con otros dueños de perros! Conversábamos de muchas cosas: de las veces que nuestro perro comía, sí hacía bien las cacas, si ya no nos pedía permiso para subir al sofá y se subía ocupando casi todo el espacio... No, ya el tiempo ha pasado y nos ha cambiado a todos. De vez en cuando encuentro alguna de las viejecitas cuyos perros ya han fallecido, y sí hablamos, pero de la demencia senil en nuestros perros y de los cambios que estos conllevan. Es triste, pero nuestras mascotas envejecen con nosotros y nos adaptamos a ellos.
Bueno me tengo que ir. Rocky ya ha dado la vuelta a la manzana y se mete al portal.
Él manda, se acabó el paseo y por hoy esta publicación. Me queda comer y salir a trabajar. Volveré a la noche, sin ganas para nada. Os escribo mañana. ¡Qué tengáis buen día!