Finalmente abro mis ojos, me despierto y me levanto, pero estoy sola. Ha sido un sueño. Aun con la taza de café en mi mente me dirijo al baño y me ducho. Me visto rápidamente mientras tú me acompañas en mis pensamientos. Me apetece tenerte y ser tuya. Me apetece tu calor y tu sabor. No importa tu origen, ni tu complexión. Me apetece beberte con gran ardor.
He aquí os ofrezco este néctar de dioses,
Este oscuro brebaje que ardiente corre por las entrañas,
Llevando alegría y energía, con su dulce y amargo sabor,
Este placer de a todas horas
que a su paso trae compañía, conversación,
lectura y emoción.
¡Ah divina bebida!
¡Ah Divino calor!
Hoy no he tomado café. Lo extraño como si fuera mi eterno compañero, mi amante, mi amigo. Es mio casi dos veces al día y en ocasiones hasta tres. Cada día él me ayuda a despertarme, me da ánimos para realizar mi tarea laboral y me brinda al oportunidad de encontrarme con amigos y compartir...
Hechos tan sencillos como conversar con compañeros en el trabajo, o quedar como un amigo la cual hace tiempo no veías, se convierte en toda una ocasión cuando el café nos acompaña.
Tomar café es todo un acontecimiento social en cada país. En el País Vasco, en España, la hora del café es a media mañana y se extiende hasta pasado el medio día. Habitualmente miles de personas paran alrededor de 15 minutos o más para tomar un café y comer un pincho, este último se trata de la famosa tapa española, pero con la diferencia que aquí en el norte se paga.
Si te acercaras a un bar cafetería a esas horas podrías ver como la gente pide todo tipo de cafés: descafeinados de sobres o de cafetera, café cortado, café cortado corto de café o corto de leche, con leche templada o caliente y el solo o espresso. El café solo es el menos popular pues dada la calidad del café que se sirve en esta zona, suele ser bastante fuerte y concentrado para algunos menos acostumbrados a esta infusión ya que en dependencia del tueste del café que usen será más o menos fuerte de sabor.
Particularmente prefiero el tueste torrefacto en el que se le agrega un 15% de azúcar a los granos de café obteniendo un sabor más vigoroso y un poquito amargo.
Me encanta el olor del café tostado. Me recuerda como de pequeña veía a mi madre o a mi abuela como tostaban el café en casa en mi ciudad natal en La Habana o en la casa del pueblo donde vive mi abuela. La casa se llenaba del aroma a caramelo quemado y se mezclaba con el de los granos de café que iban cambiando de color según les daba el calor: primero verdes, luego amarillos y por último se volvían marrón color chocolate. Los granos resultantes quedaban brillantes por el caramelo que se formaba y se tornaban más olorosos. Luego era el momento de molerlo, y por último "colar el café".
_ ¿Vas a colar café? Era la pregunta obligada del vecino más cercano que alertado por el olor del tueste aparecía sin invitación.
Y el cuele del café no se hacia esperar. Mi madre lo hacia, y llamando por nombre a los vecinos más cercanos, les invitaba a tomar café y así se convertía la casa en salón de tertulias lleno de chistes, risas y halagos por el café recién degustado.
Y hablando de degustar un café ¿ Ya os he dicho que hoy no he tomado ninguno? Os dejo que me voy a tomar uno en compañía. Qué tengáis buena semana.
El café y su dulce compañía, pasa buena semana amiga... besos
ResponderEliminarBuena semana para ti también Monica y que disfrutes de un buen café. Besos.
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