SERÁ NUESTRO SECRETO
Siempre he querido pensar que mi novio Ariel fue el primero
en mi vida. Siempre he querido pensar que esa primera vez, en que estuvimos a
solas y dejamos que nuestra pasión nos dominara, fue mi primera experiencia
sexual.
Quedamos en vernos en su casa cuando su madre se hubiera
marchado a hacer compras. Aunque no lo
habíamos hablado, ambos sabíamos que esa sería nuestra primera vez.
Ese día tomé un baño, en vez de una ducha. Dejé que el agua
caliente llenara casi completamente la bañera. Usé unas sales olorosas que mi
madre tenía para ocasiones especiales. Me sumergí en el agua con la intención
de quitar cualquier tipo de olor ajeno a mí,
cualquier tipo de impureza... Quería sentirme limpia y nueva para Ariel.
Durante unos largos segundos permanecí sumergida hasta que mis pulmones
consumieron todo el aire que tenia de reserva. Emergí del agua sintiendo una
fuerza y una emoción desconocida.
Me senté en la bañera
y con una esponja me froté los hombros, luego las axilas. Recordé que
necesitaba depilarme. Froté mis pechos y
me avergoncé de la erección de mis pezones como respuesta al estimulo.
Continué frotando mi cuerpo como arrastrada por una fuerza invisible que me
empujaba a seguir por el camino marcado por el botón de mi ombligo. Con
movimientos circulares bajé por mi estomago y disfruté de las sensaciones. Continué
bajando hasta la hermosa franja de bello que rodea mi sexo. Traté de pensar en otra cosa, pero solo
pensaba en Ariel y como sería nuestra primera vez.
Terminé mi baño abruptamente como para quitar de mi mente la
imagen de su boca besándome y sus brazos acariciando mi cuello. Nunca habíamos
pasado de ahí. Nunca le había permitido tocarme, a pesar de haber sentido la
necesidad de que me hiciera el amor.
Siempre mis recuerdos se interponían.
Mi vida cambió de golpe una tarde de otoño cuando solo tenía 6 años.
Un día mientras mi madre dormía, aburrida decidí ir a jugar
con mis amigas y vecinas Mayra y Elena. Para desgracia mía solo su hermano Juan
se encontraba allí. Tenía unos 18 años y aunque no le conocía mucho, no me caía
mal.
–Mis hermanas y mi madre no están, pero puedes entrar a
esperarlas. Han ido de compras. No tardaran
mucho.
La tele estaba puesta y me puse a verla mientras
esperaba. Juan se fue a una de las
habitaciones y unos minutos más tarde volvió.
Me pasé la mano por la frente tratando de disipar mis nervios y mis recuerdos. Procedí a depilarme, primero las axilas y luego las piernas. Los pensamientos eróticos volvieron a invadirme. Según pasaba la maquinilla de rasurar por mis piernas imaginaba las manos que tantas veces me habían acariciado e intentado ascender por ellas.
–¡Basta ya! –Me dije en voz alta para acallar mis
pensamientos.
Siempre me pasaba cuando pensaba en Ariel. Mis sentidos se despertaban y fantaseaba con
la idea de ser suya, sin embargo, mi otro yo se imponía, y me controlaba
frustrando cualquier idea, cualquier plan.
–Esta vez no me vas impedir que lo logre –susurre, aclaré
mis piernas, me puse el albornoz de mi madre y me fui a mi habitación.
Me vestí rápidamente casi sin pensar. El vestido nuevo, regalo de mi madre, era
algo ceñido, pero me veía bien. Me puse mascara de pestañas y un poco de carmín
en los labios. Cepille mi pelo y lo recogí en una coleta. Tomé mi bolso y salí de casa.
Apenas 20 minutos más tarde llegué al piso de mi novio. Me
abrió la puerta rápidamente y sin saludar siquiera entré. Me tomó de la mano y me llevó a su habitación.
Mi mente se empeñaba en recordar.
–Ven, voy a enseñarte una cosa –me dijo Juan, mi vecino. Yo le seguí.
Entró en una habitación que estaba en penumbra. La escasa luz que
entraba por la única ventana, iluminaba escasamente. Era un gris atardecer de
invierno. Había una cama, un armario y una mesa con una silla. El se sentó en
la cama y me dijo que me sentara a su lado. Pensé que me daría un regalo, pero
no fue así.
–Mi madre no está –dijo mi novio cerrando la puerta de su dormitorio.
Me quede parada en la entrada sin saber que decir. Sin soltarnos
las manos caminamos hasta el borde de la cama. Tomó mi cara entre sus manos y
me besó de forma suave y cariñosa primero, y más fuerte después. Me entregué al
beso y él me empujó suavemente hasta tumbarme en la cama. En ese instante
vinieron a mi mente recuerdos dolorosos que creía tener olvidados.
Juan me empujó suavemente hasta tumbarme en la cama y se me echó encima. No sé exactamente lo que sucedió, pero recuerdo que mirando hacia la puerta pedía en silencio que viniera alguien. Sentí un dolor intenso, como si algo me quemara y como si algo se rompiera dentro de mí. Mientras agarraba y estrujaba con fuerzas la sabana, gritaba "papá" en silencio. Las lágrimas me cegaron y solo vi oscuridad.
Me dormí o me desmayé. No quiero recordar. Quizás no quiero saber. Solo deseo no haber
estado allí.
Me desperté en su cama y no sabía qué hacer, solo quería ver
a mis padres. Me levanté y caminé hasta la
puerta. Él no me dejó marchar así. Me
llamó y yo le obedecí. Me sentó en sus piernas y mientras me mecía me dijo:
–Ni tu padre, ni tu madre deben enterarse porque no te
querrán nunca más. Será nuestro secreto.
Ese
día mí mundo se vino abajo por primera
vez. Algo había cambiado dentro de mí. Descubrí que todas las cosas que
nos pasan no son buenas;
me di cuenta que
hay gente mala. Me
odio a mí
misma. Me
doy asco cuando pienso en aquello ¿Por qué no me levante y me fui? ¿Por qué no
le pedí que no lo hiciera? Creo que yo soy tan culpable como él.
Ariel se dio cuenta que algo no iba bien.
–¿Qué pasa amor? ¿Por qué de pronto te pones tan tensa? –preguntó Ariel sin entender el por qué de mi tensión– ¿Acaso no deseas...?
Se interrumpió y se tumbó a mi lado en la cama. Sus manos
comenzaron a acariciar mis cabellos y disfruté de la caricia cerrando los ojos.
Me atrajo hacia sí y sin dejar de
acariciarme, beso mis ojos, uno primero y otro después; beso mi nariz
suavemente y con su lengua jugó con ella y hasta sentir el sabor de mi piel; su lengua bajo hasta la zona que rodea mis
labios dibujándolos, perfilándolos. Mi
boca se partió como una tajada de manzana recién cortada esperando que el
saciara su apetito. Me besó con suavidad y apasionadamente después, como si
quisiera espantar mis malos recuerdos con su cariño y pasión. Su emoción era
palpable, su pasión, casi incontrolable, aumentaba por segundos exaltando la mía
propia.
–No te preocupes, amor.
Nadie lo sabrá; será nuestro secreto. Te amo.
Que fuerte! Y pensar que ocurre tanto. Me encanto pero al mismo tiempo queria matar a Juan.
ResponderEliminarFeliz Anno Nuevo. Que el 2013 te traiga salud y prosperidad.
Saludos desde Londres.
Feliz año nuevo amigo! Muchas gracias! Desgraciadamente esto ocurre mucho más de lo que imaginamos y por eso yo lo he plasmado aquí en mi cuento para que todos estemos alerta. Gracias por tus buenos augurios. Lo mismo espero para todos.
EliminarUn abrazo,
L.Quint
Es una dura realidad que afrontan las niñas de hoy en día, lamentablemente sujetos sin escrúpulos están por todos lados, lo terrible es que muchas niñas quedan con problemas para siempre, eso es muy triste, felizmente para esta historia gracias al amor pueda superar sus malos recuerdos... saludos
ResponderEliminarMUY FUERTE...ASI ES LA VIDA MISMA
ResponderEliminarSALUDOS
CARLOS
Así es Carlos. Muchas gracias por leerme y por tu comentario. Saludos.
EliminarBuena historia.Triste y certera...lamentablemente.
ResponderEliminarsaludos
Si es una triste historia que desgraciadamente ocurre más de lo que imaginamos. Muchas gracias por leerme y por tu comentario. Saludos Elva.
EliminarMe dejas sin palabras... Reconozco que al principio parecía distinto, tipo novela rosa...pero al seguir leyendo....uff...me dejó helada... Un buen post, sin duda. Un saludo, desde PTB.
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